26 de enero de 2007

...nuestra primera detención...


...Caminamos, sin parar, durante horas.
Estábamos en medio de un campo inmenso, un campo de trigo plano, desierto y monótono que abaracaba todo lo que nuestros ojos nos permitían ver... El único detalle que rompía el tedio que nos había abrumado las últimas cuatro horas de viaje, era la cruz que marcaba el camino que debíamos seguir.
Nuestro paso se mantuvo firme hasta que llegamos a nuestro destino. Issamu dejó su mochila en el suelo y se arrodilló. Yo ,como en un estado cataleptico, no se si por el cansancio o la situación, hice lo mismo.

- Vamos a rezar. Vamos a rezar por la única cosa que derrota a un peregrino cuando ha cumplido su destino. Vamos a rezar para que en caso de que tu consigas encontrar tu espada, la sostengas siempre con la mano que no te colma de aprovio, pues por más que un peregrino aprenda con grandes maestros cómo manejar el acero, una de sus manos será siempre su peor enemigo -.
Eran las dos de la tarde, hacía un calor capaz de tumbar hasta a la más fiera de la bestias, y nosotros estábamos ahí, en medio de la nada, orando por nosotros, por nuestra incertidumbre, por nuestros temores; por nuestro destino...

- " ...Tened piedad de nosotros señor,
cualquiera sea tu forma y verdad,
pues somos caminantes y osados peregrinos.
Haced en vuestra infinita piedad que jamás consigamos
volver el conocimiento que nos ha brindado la experiencia,
contra nosotros mismos.
Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos
y se creen buenos y desfavorecidos por la justicia de la vida,
porque creen
que no son merecedores de las cosas que les sucedieron
y porque la vida les parece un constante sacrificio.
Tened piedad de los que son crueles consigo mismos,
pues sólo ven la maldad en los propios actos
y se consideran culpables por las injusticias de la vida.
Tened piedad de los que santifican tu obra
trascendiendo los límites de su propia cordura.
Tened piedad del hombre capaz de vencer al mundo en una guerra
e incapaz de vencer una batalla consigo mismo.
Tened piedad de los que temen tomar en sus manos, un pincel,
una pluma, un instrumento o una herramienta
porque creen que alguien ya lo hizo antes y mejor que ellos.
Tened piedad de aquellos que comen, beben, se hartan,
y aun así, son infelices en su hartazgo.
Sin embargo, tened más piedad aún,
de aquellos que ayunan, censuran, prohiben
y se sienten santos,
por sacrificarse en tu nombre,
pues amor no es y sera nunca sinónimo de sacrificio.
Tened piedad de los que temen a la muerte
pues desconocen los muchos reinos que caminaron
y las muchas muertes que ya murieron,
porque son infelices pensando que un día todo acabará;
pero apiadate aun más de aquellos
que si conocen sus muchas muertes
y hoy se sienten inmortales y superiores.
Tened piedad de aquellos
que se esclavizan por el lazo del amor
y se creen dueños de alguien
y sienten celos
y se matan con el veneno de la inseguridad y la obsesión,
porque aquellos, no logran ver
que el amor cambia como el viento
y como todas las cosas en este universo.
Pero con más fervor,
apiadate de aquellos que sienten pánico de amar,
y rechazan el amor, en nombre de un amor mayor que no conocen.
Tened piedad de aquellos que no ven a nadie salvo ellos mismos
y se pasan la vida en la soledad que da el poder;
sin embargo tened más piedad aún
con aquel que renuncia a todo por ser caritativo
y se convence a si mismo que podrá vender el mal tan solo con amor,
pues no conocen tu ley que dice :
" quien no tiene una espada, que venda su capa y se compre una..."
Tened piedad de nosotros que entregamos nuestra vida a nuestro destino,
pues muchas veces nos desconocemos a nosotros mismos,
y pensamos que estamos vestidos,
cuando en realidad estamos desnudos.
No olvidéis en tu infinita piedad,
que todos los que empuñamos la espada
corremos el riego de caer en el abismo de nuestros vicios o nuestros temores -.

De pronto, el silencio inundo todo lo que hasta entonces habían sido las sabias palabras de mi mentor. Sabíamos que el haber llegado hasta ese punto era tan solo el comienzo de nuestra travesía, sin embargo, nos sentíamos tranquilos, pues sabíamos que ése, era un eslabón más de esa cadena que veníamos forjando desde el inicio de nuestros días.
Teníamos la certeza de que el destino había unido nuestros caminos en torno a esta nueva misión y respirando hondo, con nuestros corazones tranquilos después de haber orado y entregado nuestra travesía a nuestro destino, decidimos continuar nuestra marcha, pronto anochecería y ya nos habían advertido de los peligros a los que nos expondríamos si la noche nos sorprendía en medio de esas planicies que todo lo exponían ante la vista aparentemente tranquila del horizonte y los ancestros que al igual que nosotros habían osado a cruzar ese, hasta entonces, para mis ojos, desconocido camino...
...Simplemente Noa...

1 comentario:

Anónimo dijo...

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26 de enero de 2007

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...Caminamos, sin parar, durante horas.
Estábamos en medio de un campo inmenso, un campo de trigo plano, desierto y monótono que abaracaba todo lo que nuestros ojos nos permitían ver... El único detalle que rompía el tedio que nos había abrumado las últimas cuatro horas de viaje, era la cruz que marcaba el camino que debíamos seguir.
Nuestro paso se mantuvo firme hasta que llegamos a nuestro destino. Issamu dejó su mochila en el suelo y se arrodilló. Yo ,como en un estado cataleptico, no se si por el cansancio o la situación, hice lo mismo.

- Vamos a rezar. Vamos a rezar por la única cosa que derrota a un peregrino cuando ha cumplido su destino. Vamos a rezar para que en caso de que tu consigas encontrar tu espada, la sostengas siempre con la mano que no te colma de aprovio, pues por más que un peregrino aprenda con grandes maestros cómo manejar el acero, una de sus manos será siempre su peor enemigo -.
Eran las dos de la tarde, hacía un calor capaz de tumbar hasta a la más fiera de la bestias, y nosotros estábamos ahí, en medio de la nada, orando por nosotros, por nuestra incertidumbre, por nuestros temores; por nuestro destino...

- " ...Tened piedad de nosotros señor,
cualquiera sea tu forma y verdad,
pues somos caminantes y osados peregrinos.
Haced en vuestra infinita piedad que jamás consigamos
volver el conocimiento que nos ha brindado la experiencia,
contra nosotros mismos.
Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos
y se creen buenos y desfavorecidos por la justicia de la vida,
porque creen
que no son merecedores de las cosas que les sucedieron
y porque la vida les parece un constante sacrificio.
Tened piedad de los que son crueles consigo mismos,
pues sólo ven la maldad en los propios actos
y se consideran culpables por las injusticias de la vida.
Tened piedad de los que santifican tu obra
trascendiendo los límites de su propia cordura.
Tened piedad del hombre capaz de vencer al mundo en una guerra
e incapaz de vencer una batalla consigo mismo.
Tened piedad de los que temen tomar en sus manos, un pincel,
una pluma, un instrumento o una herramienta
porque creen que alguien ya lo hizo antes y mejor que ellos.
Tened piedad de aquellos que comen, beben, se hartan,
y aun así, son infelices en su hartazgo.
Sin embargo, tened más piedad aún,
de aquellos que ayunan, censuran, prohiben
y se sienten santos,
por sacrificarse en tu nombre,
pues amor no es y sera nunca sinónimo de sacrificio.
Tened piedad de los que temen a la muerte
pues desconocen los muchos reinos que caminaron
y las muchas muertes que ya murieron,
porque son infelices pensando que un día todo acabará;
pero apiadate aun más de aquellos
que si conocen sus muchas muertes
y hoy se sienten inmortales y superiores.
Tened piedad de aquellos
que se esclavizan por el lazo del amor
y se creen dueños de alguien
y sienten celos
y se matan con el veneno de la inseguridad y la obsesión,
porque aquellos, no logran ver
que el amor cambia como el viento
y como todas las cosas en este universo.
Pero con más fervor,
apiadate de aquellos que sienten pánico de amar,
y rechazan el amor, en nombre de un amor mayor que no conocen.
Tened piedad de aquellos que no ven a nadie salvo ellos mismos
y se pasan la vida en la soledad que da el poder;
sin embargo tened más piedad aún
con aquel que renuncia a todo por ser caritativo
y se convence a si mismo que podrá vender el mal tan solo con amor,
pues no conocen tu ley que dice :
" quien no tiene una espada, que venda su capa y se compre una..."
Tened piedad de nosotros que entregamos nuestra vida a nuestro destino,
pues muchas veces nos desconocemos a nosotros mismos,
y pensamos que estamos vestidos,
cuando en realidad estamos desnudos.
No olvidéis en tu infinita piedad,
que todos los que empuñamos la espada
corremos el riego de caer en el abismo de nuestros vicios o nuestros temores -.

De pronto, el silencio inundo todo lo que hasta entonces habían sido las sabias palabras de mi mentor. Sabíamos que el haber llegado hasta ese punto era tan solo el comienzo de nuestra travesía, sin embargo, nos sentíamos tranquilos, pues sabíamos que ése, era un eslabón más de esa cadena que veníamos forjando desde el inicio de nuestros días.
Teníamos la certeza de que el destino había unido nuestros caminos en torno a esta nueva misión y respirando hondo, con nuestros corazones tranquilos después de haber orado y entregado nuestra travesía a nuestro destino, decidimos continuar nuestra marcha, pronto anochecería y ya nos habían advertido de los peligros a los que nos expondríamos si la noche nos sorprendía en medio de esas planicies que todo lo exponían ante la vista aparentemente tranquila del horizonte y los ancestros que al igual que nosotros habían osado a cruzar ese, hasta entonces, para mis ojos, desconocido camino...
...Simplemente Noa...

1 comentario:

Anónimo dijo...

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